Tercer capítulo del libro Sueños de Guerra, y primero dedicado al personaje Sadion. Para más información del libro, mira aquí
Continuación de Kerlner (Capítulo 1)
– El conde ha muerto.
Aquellas palabras resonaron en toda la sala, y levantaron murmullos entre los asientos. Los seis hombres que se sentaban en la enorme mesa del centro de la sala miraron el asiento vacío en el que apenas hacía medio día se había sentado el conde Pensel Markelhay, señor de Cima del Salto y señor del Valle de Nentir, la región más al norte del reino conocido como El Dominio de Tarren...
El hombre que había pronunciado esas palabras se encontraba de pie junto a su silla, un asiento de honor, a uno de los lados de la silla vacía de Pensel. Aquel hombre se llamaba Sadion, y era muy conocido en Cima del Salto, y también en el valle; y ocupaba un asiento en el consejo por una razón: dirigía el Gremio de Mercenarios. El gremio, era una pequeña alianza de varios antiguos mercenarios, la mayoría de ellos humanos; que habían dejado el dinero a un lado y habían puesto sus vidas al servicio del conde. Aquellos hombres eran los que más entendían de estrategias y tácticas militares, y por ello, ocupaban muy buen lugar en la sociedad del Valle de Nentir.
Los otros cinco hombres ocupaban también puestos importantes en el valle: Lord Trelor Agrenot, señor de Nenlast; Lord Elister Cedron, señor de Refugio Invernal; Lord Kredot Barrelsen, señor de Baluarte del Martillo; Lord Umaen Gelusar, señor de la Villa de las Agujas; y Lord Meler Stockmer, señor de Bosque de Harken. Todos debían lealtad al conde y al valle y por eso estaban allí.
– Si lo que decís es cierto, la situación del valle es mucho peor de lo que me temía – dijo Elister Cedron
– ¿A qué os referís Lord Elister? – preguntó Lord Barrelsen –¿Qué situación es esa de la no nos has hablado?
– Hace apenas un par de noches recibí un cuervo de mi hijo, Ineford, en Refugio Invernal – se detuvo un momento al recordar a su joven hijo que dirigía solo la fortaleza de los Cedron –. Traía noticias, y no eran buenas.
Todos lo miraban atentamente y en sus rostros se vislumbraba el terror que tenían ante las palabras que podía decir Lord Elister.
– Según la carta, hace casi una semana, unos guardias de la fortaleza encontraron rastros de huellas y de pequeños campamentos y hogueras muy cerca de Refugio Invernal, en las laderas de las Marcas de Piedra. También algunos viajeros fueron atacados por minotauros.
El asombro recorrió la sala.
– ¡Ja! ¡Minotauros! – soltó Lord Stockmer –Sólo a un viajero se le ocurriría semejante estupidez. Seguro que eran goblins o cualquier otra criatura del valle.
– Si fueran goblins lo sabríamos. En uno de los ataques una docena de guardias estaba con los viajeros. Sus bocas nos dijeron que eran minotauros, y nuestros hombres no son unos embusteros, como las gentes de bosque.
Lord Meler iba a protestar, pero Sadion se interpuso.
– Por los dioses parad. Estamos en una reunión. Vuestras disputas las resolveréis en otra ocasión – se volvió hacia el señor de Refugio Invernal –. Estamos en un buen aprieto, entonces. Mandad espías e intentad descubrir cuántos…
– Ya lo hemos hecho, Lord Sadion. Sus informes detectaron centenares de guerreros taúricos, casi miles.
– ¿Soldados dices, Elister? – preguntó Umaen Gelusar, un hombre anciano y sabio, respetado por todos los nobles en el valle – Hasta ahora los minotauros han sido siempre incivilizados, y seguirán siéndolo. Propongo que no atendamos a noticias como esas que más bien podían ser llamados rumores. Elegir a un nuevo conde requiere mucha más importancia, ¿no creéis?
Todos asintieron y esperaron en sus sillas a que alguien hablara.
Fue Sadion el que habló.
– Tan solo alguien que sea noble debe quedarse como señor de Cima de Salto y conde del Valle. Y yo propongo a Lord Elister Cedron, ya que su hijo puede quedarse con la fortaleza de los Cedron.
– Lo siento, pero me temo que no podría hacerme cargo del Valle y, además, mi hijo todavía es muy joven para cuidar de Refugio Invernal. Sin embargo Lord Gelusar me parece una opción mejor.
– Si, su hijo Wellien es ya adulto, y Umaen sabría dirigir bien el Valle y Cima del Salto.
– Me siento halagado, Trelor, y estoy dispuesto a ocuparme de esta ciudad, pero con el valle no podría. Nentir necesita a un hombre más joven y enérgico que yo.
– Lo pensaremos para mañana, mientras tanto decidamos que debemos hacer con esos rumores.
Debatieron durante horas, pensando cuidadosamente en cuál era la forma más eficaz de detener esas incursiones taúricas si levantar la alarma ni el pánico entre el pueblo. Casi era medianoche cuando se levanto la sesión del consejo. Habían acabado decidiendo que cada señor noble de Nentir dejaría casi la mitad de sus fuerzas militares en disposición de dos miembros del Gremio de Mercenarios que coordinarían la defensa de Refugio Invernal ante un posible ataque de los minotauros.
Mientras tanto mandaron cuervos con mensajes que detallaban la situación en la que se encontraban a las fortalezas y ciudades más importantes de las otras regiones del reino y a la capital, pidiendo ayuda al Rey Tarren y a los demás nobles del Dominio de Tarren.
Al día siguiente, se volvieron a reunir. Estaban todos nerviosos por los nuevos rumores que circularon el día anterior por el consejo, pero habían tomado una decisión.
– Espero que lo hayan decidido ya, esto no es un juego de niños, esto es real y no hay tiempo que perder. Y bien, ¿a quién le hacéis el honor de dirigir el Valle?
Elister Cedron fue el que habló.
– A ti, Lord Sadion, nuevo conde del Valle de Nentir.
Continuará en Kerlner (Capítulo 2)
SUEÑOS DE GUERRA
-Prólogo - Kerlner (1) - Sadion (1)
esta bien
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